10 feb 2014

HISTORIAS DE LA MALETA I

Era de noche, repasaba punto a punto cada una de las cosas que había aprontado. Repetía mentalmente: shampoo, crema, desodorante, pijama... etc, terminaba la lista y todo estaba, pero no se le iba la extraña sensación de que algo se le quedaba y volvía a empezar.

Caminaba de un lado a otro y encontraba algún artículo extra para la maleta, sopesaba la importancia y decidía llevarlo, luego recordaba algo más, se iba y al regresar a buscarlo ya no estaba, su mente jugaba con ella y olvidaba donde dejaba cada cosa extra.

Empezó a desesperarse, seguía pensando que todo se le iba a quedar, recontó el dinero ahorrado y estaba incompleto, faltaban los dólares que con tanto esfuerzo reunió las últimas semanas. Algunos eran obsequios de su familia, otros eran regateos con ahorros de sus amigos y otros eran pagos a sus trabajos, sólo sabía que era una parte importante de su presupuesto y ya no sabía donde estaba.

Desocupó cajones, bolsos y billeteras, abrió armarios y alcancías, formó conjeturas y con cada hora que pasaba perdía la esperanza.

Necesitaba dormir y no podía hacerlo, en pocas horas tomaría un avión que la llevaría lo más lejos de casa que había estado hasta ahora, llevaba meses planeando el viaje pero ahora a tan poco tiempo de partir sentía miedo y una oleada de ansiedad la recorría de pies a cabeza. Además le faltaba dinero...

Repasó mentalmente cada uno de sus movimientos desde que vio sus últimos frutos reunidos, y recordaba vagamente haberlos tomado en la mano y pensar "voy a guardarlos en un lugar seguro para que no se pierdan"... de ahí en adelante sus recuerdos al respecto se desvanecían. Se sentó desconcertada y triste de tanto pensar y buscar, finalmente el cansancio la venció y se quedó dormida.

Al día siguiente y con sólo unas horas de sueño, estaba en pie, camino a su primera gran aventura, con el corazón en la mano, nostalgia en el corazón y un hueco en el bolsillo.

Cual sería su sorpresa, cuando al llegar, en un nuevo país y rodeada de extraños, metía la mano en el bolsillo de su nuevo canguro y saltaba de felicidad. Ahora recordaba nítidamente el momento en donde, ella misma, guardaba allí su presupuesto perdido.