8 mar 2014

HISTORIAS DE LA MALETA II

Meses atrás escuchó la historia de aquella mágica ciudad, un cabo en lo más recóndito de un parque natural, sin energía eléctrica, rodeado de dunas, con un rompeolas y un faro que dominaba el lugar.

No lo pensó mucho y la agregó en su itinerario de viaje, ahora estaría cerca y la vida le había puesto herramientas para llegar ahí. No sería una forma cómoda de llegar pero le aseguraban que valdría la pena.

Averiguó con conocidos y lugareños las rutas de entrada la ciudad y le dieron dos: o caminas desde la playa de la ciudad más cercana o tomas un bus hasta cierta parte y luego tomas un camión. La mayoría le confesó que la caminata era llevadera, sólo era pasar la duna y caminar un par de horas, con paisajes hermosos, sobre la arena y con la compañía del mar, pero que llevara agua y se cubriera del sol porque no había sombras. Algunos menos aventureros confesaron que preferían el camión, por aquello de la comodidad.

Se sintió aventurera y se decidió por el camino de la playa ¿qué tan difícil podría ser caminar a la orilla del mar, refrescarse en medio de las olas y disfrutar la vista? 

Debió haber escuchado la primer advertencia al bajarse el bus en la ciudad vecina cuando preguntaba por la ruta para salir al mar, tal vez así se hubiera preparado mejor: "Usted va al cabo? vuélvase a montar en el bus y vaya a la ciudad contigua, de ahí salen camiones cada 2 horas, sabía usted que son más de 10 km si se va por la playa? No es fácil".

No dejó que eso la desanimara y emprendió el camino, el inicio lo marcaba el río y la duna tal cómo se lo habían contado:

Emocionada empezó a caminar, no veía más que arena a su alrededor y no lograba distinguir su destino, estaba lejos... pronto se dio cuenta de que sus pies se hundían en la arena, sus sandalias se atrancaban y le costaba dar cada paso, intentó descalza pero la arena hervía (eran las 2 pm), intentó refrescarse los pies en la playa pero le dolían (el agua estaba helada) y recordó que estaba muy cerca del polo sur... 

Su maleta empezó a pesar mucho, el sol abrazaba su piel descubierta mientras el viento calaba sus huesos, era un fuerte contraste entre frío y calor, y su desesperación aumentaba a medida que caminaba y seguía sin ver rastros de civilización. Aceleró el paso pero se cansaba más, se cubrió el cuerpo lo más que pudo para protegerse del sol y para rematar se quedó sin líquido, recordaba las películas en donde los protagonistas se perdían en los desiertos... la señora tenía razón, no era fácil... 

En un momento del camino se sorprendió con sus pensamientos, cayó en la cuenta de que únicamente se preocupaba por llegar a su destino, pero que no estaba viviendo el camino, miró a su alrededor y el paisaje era incomparable, era algo que jamás había visto en su vida, el cielo era de un azul tan brillante que no podía describirlo, las nubes eran como polvo en el cielo, el mar azul producía un contraste inigualable, y el sonido del mar la mecía... Tiró la maleta al suelo, se sentó en la arena, y cubriéndose del sol con una manta disfrutaba ese instante, donde se sentía sola con el mundo, sola con tantas maravillas, agradecida por la oportunidad de estar ahí y sonreía... 

A lo lejos vio la ciudad que buscaba, pero ya no había afán, ya estaba viviendo el viaje y ya habría tiempo de llegar...