18 nov 2017

REFLEXIÓN

A veces cuesta un poco levantarse, es abrumadora la responsabilidad, el día a día, mantener el buen ánimo en las adversidades. En esos días la cama es un arrullo más y el silencio puede llegar a ser ensordecedor.

Todos hemos tenido un poco de estos días, pero su razón principal no es demoler lo que hemos logrado, sino aprender a encontrar su razón y motivación en las pequeñas cosas: alguna agradable lectura, una visita inesperada, ver el paisaje y disfrutar esos espacios de soledad.

Armonizarse e impregnar armonía al espacio que te rodea, personalizarlo, volverlo tranquilo y darse cuenta que realmente no necesitas mucho más, y que a veces tus decisiones, por más atrevidas, locas y tercas que sean, son una razón y la fuerza para apreciar cómo el universo y la vida pueden actuar de maneras insospechadas y acertadas.

Uno de esos días en los que desperté sin ganas, haciendo el checklist mañanero de mis responsabilidades me encontré con que esa armonía y esa vibra dan vida, que en medio de todo lo voy logrando y lo hago visible a través de estas pequeñas señales.

Nunca me sentí muy en la sintonía de ser "maternal" o especialmente ser "cuidadosa", siempre un poco tosca en el ser y el hacer, pero luego de algunos meses de ponerme a la tarea de sembrar, cuidar, regar, hablar y acariciar a mis compañías verdes, ellas, ese día, me regalaron su primera flor, para recordarme lo agradecidas y cómodas que están.

Un pequeño botón de flor que nace para decir que hay que seguir dejando la vida fluir, que me permita ser terca y atrevida, que las cosas llegarán y se darán como si fuera magia, un pequeño recorderis de que todo vale la pena.

Por eso sueña en grande, vive en grande, ama en grande, y nunca dejes de preguntarte ¿de qué tamaño es tu mundo?

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