16 ene 2018

OBRA BLANCA...

Es extraño como las nuevas rutinas se van convirtiendo en hábitos, desde que vivo lejos he aprendido a regalarme 30 minutos al día para pensar: en todo, en mucho, en nada...

Cada día me regala un espacio en el cual puedo ponerme en piloto automático y analizar un poco de lo que pasa cada día, de sencillamente vivir un poco ese presente que a veces asusta más que el mismo futuro o pasado. Poder tener la habilidad de decidirse a admirar un buen paisaje, sonreir viendo los gatos en los tejados, apreciar las aves de diferentes colores surcando el cielo, las gotas de lluvia, el sol, los arcoiris y la gente.

Otras veces piensas en quién eres tu, qué quieres y para donde vas, alistando motores para una siguiente aventura, aceptar un nuevo reto o inventarte una nueva manera de hacer las cosas.

Otras veces tienes todas las herramientas para sencillamente admitir que muchas veces sientes miedo, y no es un miedo como el de las películas de terror, sino que son esos miedos que tienes dentro, que son parte del día a día y con los que debes convivir a diario.

Puedo decir abiertamente que en muchas ocasiones no soy gentil conmigo misma, que soy mi más fuerte crítica y mi más hiriente contendora, que realmente me exijo cada día ser Alguien, si, en mayúscula porque dicen que así es que "vale".

Esos minutos de reflexión me ponen en perspectiva, me doy látigo, me premio, me empodero, me frustro, me animo... infinidad de sensaciones que me componen y me obligan a conocerme mejor. 

Minutos que ya se han convertido en una suma de horas que poco a poco van cambiando el mundo, no porque este cambie, sino porque hay otros ojos para mirarlo.

Un tiempo para explorar, conocer, conectar, amar y expandir conciencia, una construcción permanente, tal vez con un aviso en la entrada que dice "Siga, con precaución".