5 jul 2014

GRACIAS MUCHACHOS!!

La selección Colombia está de moda, abundan los comentarios de su participación en el mundial, de como clasificó, de su ranking en la FIFA, de su salida injusta y muchos otros temas más. Pero hoy les escribo no porque estén de moda, sino por ese sentimiento que tengo atrancado entre pecho y espalda, en ese punto del corazón donde se lleva el orgullo y aquel otro donde duelen las injusticias.

Es que han sido días vibrantes, y no me refiero sólo al mundial, me refiero a cada uno de los partidos en donde el grupo unido y humilde, encabezado por un tigre, empezó a llevar a Colombia en alto dentro del mundo del fútbol.

Vi como un equipo se unió aún más con la pérdida de su líder en la cancha, qué en lugar de amedrentarse se niveló y llegó a mostrar su buen juego con un adversario tan cerrado como Grecia. Luego siguió con Costa de Marfil, Japón y el tan miedoso Uruguay.

Y no sólo mostró buen juego, mostró buenas prácticas y ganó sin trampa, con juego limpio, buscando el lado para entrar, dejando a un lado el individualismo y mostrando todos y cada uno de los jugadores que llevó, es uno de los pocos equipos que saca a la cancha a 22 de los 23 jugadores que lleva y cada uno de ellos dejó su huella (lo siento por el tercer arquero).

En mi percepción del fútbol, el partido contra Brasil me asustó y lo sentí en los jugadores, llegaron a mostrar su juego de pases, de toque-toque, de ataque, pero sentía terror de ver como a James y a Cuadrado los cerraban de a tres y a punto estuvieron de lesionarlos, pero lo peor es que no hubo un árbitro que los defendiera, sino que por el contrario los castigaba. 

Sufrí por ellos porque por primera vez los vi desfigurados, impotentes y enojados, y no eran sólo ellos, eramos todos desde acá viendo como cada vez se inclinaba la balanza ante ellos y nosotros nos asustábamos. Se replegaron inicialmente y empezaron a entrar con miedo, en el segundo tiempo adoptaron otra actitud de buscar el balón, de atacar, de perder el miedo y jugar a como diera lugar pero no nos alcanzó.

Perdimos, pero no me siento perdedora, la selección le mostró al mundo porqué el fútbol se baila, porqué la unión hace la fuerza, porqué el juego limpio enorgullece a un país y que el talento viene desde cualquier lugar y condición. Aquí los recibimos, con orgullo y la frente en alto, porque aún nos quedan años y nos quedan juegos. Al final lo bueno tiene su recompensa, y este es sólo el primer paso.

Gracias por que nos hicieron volver a soñar!!!!

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