Él esperaba con ansías en la ventana, sabe que ella llegará en cualquier momento, siempre lo hace, aunque recuerda tristemente aquellos vagos días en los que no regresó y pensó que lo había olvidado.
Sus días son más largos que los de ella, no hace mucho la verdad... mandados y favores a cambio de buena comida y un lugar donde dormir, además de eternas esperas junto a la puerta.
La adora, y no piensa en sus olvidos momentáneos, no le interesan, sólo le interesa pasar tiempo con ella, cuidarla cuando se enferma y estar ahí para cuando lo necesite. La ama incondicionalmente.
Al fin ella llega, lo sabe desde mucho antes de que llegue a la puerta. La siente y con gusto le da la bienvenida. En cuanto entra cruzan la mirada, ella nota como sus ojos brillan de manera tan especial y sonríe.
Se acercan y se abrazan fuertemente, el la besa en la mejilla y el espacio se llena súbitamente de un calor especial mientras ella lo acaricia y se pregunta cómo puede quererla tanto sabiendo que muchas veces está ausente. pero así es...
Se sientan juntos frente al TV y él se duerme.
En silencio lo mira y entiende qué significa el amor incondicional, nunca pensó que su perro sería el mayor maestro para esta lección.
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