11 dic 2012

MILAGROS INESPERADOS

Buena suerte? no lo sé, yo creo que más bien tengo una buena cantidad de ángeles intercediendo por mi día a día, y están conmigo en las buenas y en las malas.

Tengo dos buenas anécdotas que lo confirman, hoy las recordé y las conté con alegría porque en la vida existe la magia, bastante de ella ha tocado mi vida y lo seguirá haciendo. Las comparto porque aún hoy me siento agradecida.

Varada con suerte - Primera Anécdota

Hace muchos años cuando tuve mi carro pequeño, el día del grado de mi hermano salí a hacer unas vueltas en el norte a mediodía. De regreso a casa una de las llantas empezó a sonar muy fuerte, como si no pudiera rodar, era como metal retorcido y estaba sola en la mitad de un trancón sobre la autopista. 

Como pude me orillé y subí el carro a la entrada del primer garaje que vi, era una subida. Revisé la llanta y no encontraba nada que me diera la idea de qué le sonaba, mi familia estaba ocupada con el grado y yo allá en la mitad de la nada pensando en qué iba a hacer... cuando depronto desde un balcón un señor me grita:

Sr: -Niña, póngale el freno de mano que se le va a rodar!
Yo: -No tiene! mmm señor, por aquí donde consigo un taller???
Sr: -Por aquí cerca no hay, pero que necesita?
Yo: -Algo le suena a la llanta y no puedo andar, no sé que hacer y necesito llegar a mi casa.
Sr: -Deme un momento.

Los 5 minutos que el señor se demoró en aparecer de nuevo fueron eternos y la piedra combinada con la preocupación eran cada vez más difíciles de ocultar. Cuando apareció, oh sorpresa, el señor vestía su overol de mecánico, era dueño de un taller de motos y estaba abriendo su local. 

Revisó el carro, se había volteado una chupa del freno y si lo seguía andando pude haberlo dañado más, reparó lo que tenía que reparar y le hizo mantenimiento, todo en cosa de media hora.

Increíble, me varé justo al frente del taller, en medio de una tranca imposible, en medio de la nada, a mediodía cuando todo está cerrado y así y todo encontré la solución perfecta a lo que necesitaba de la mejor forma. Nadie se imagina el agradecimiento que se siente en esos casos, ni en qué forma encontraremos el ángel en nuestro día.

Mojados y estancados - Segunda Anécdota

Hace unos años tenía una rutina, solíamos quedarnos hasta tarde en la oficina y ñoñear con varias cosas en el computador luego de la jornada: vídeos, juegos, películas, música, entre otras eran la terapia de relajación. Una de esas tantas noches al salir a aventurar el regreso a casa (antes de que funcionara el MIO) salimos en un pirata hacía la ciudad muy tarde en la noche.

Cuando llegamos al paradero del único bus que se puede tomar a esa hora, empezó a llover muy fuerte. Escampamos en el lugar más cercano que pudimos, y cuando vimos el bus venir corrimos a su encuentro en medio del aguacero, pero el bus no se detuvo.

En la mitad de la calle, chorreando agua y viendo como se nos iba el último bus apareció un taxista y nos gritó:

Taxista: -Subanse!! Rápido!
Nosotros: -No gracias, no tenemos dinero.
Taxista: - Háganle que lo alcanzamos más adelante!

Emparamados abordamos el taxi, efectivamente 10 cuadras después alcanzó el bus y lo hizo detenerse sólo para que nosotros nos pasáramos... Le agradecimos por montones y aunque preguntamos, él no nos cobró.

El taxista fue otro ángel en el camino, quien dio sin esperar recibir, no lo pedimos pero ahí estuvo en el momento indicado. 

Dos historias, dos momentos de mi vida, dos inesperadas soluciones. Hay más anécdotas pero estas son las más sorprendentes.

Ahora estoy convencida de que los ángeles y los milagros existen, tal vez no tengan alas ni túnicas, pero aparecen en los momentos en que los necesitamos, en la forma menos esperada con su hermosa tarea a cuestas: cuidarnos, guiarnos y protegernos.

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